La ceniza fue considerada como el lugar donde se oculta la potencia creadora, la capacidad de fabular la ficción. Y será de esa tradición de la que beberán Fernando Bartolomé y sus relatos. No estamos ante una literatura especulativa, aquí no hay fragilidades. Con unos personajes potentes, tramas poderosas, pulso narrativo firme, y una lengua rica y labrada, el producto final es una narrativa que nos prende desde la primera frase y nos quema con esa intensidad ardiente, con la autenticidad lacerante que debe actuar sobre la mente del lector hasta dejarle abrasado, como afirmaba Cortázar.